jueves, 6 de mayo de 2010

El amor de familia
Daniel tiene 12 años. Cuando llega a su casa, después del colegio, a la hora de almorzar en familia, se encuentra un tanto solo, pues ese día como todos los demás, su padre no está en la casa y su madre se dispone a arreglarse para irse de nuevo a su segunda jornada de trabajo. Al cruzar la puerta, antes de irse al trabajo, solo se escuchan las mismas palabras de siempre:
“¡Daniel! hijo, la comida está servida, tengo que salir corriendo voy tarde a trabajar”
Esta ocupada mujer le ha dejado a su hijo todo en orden para que se siente solo en la mesa. Ante esta situación, a Daniel no le queda más remedio que sentarse a comer y encender la televisión, que en este caso es su única compañía. Ocupa todo su tiempo viendo televisión esperando a que sean las ocho de la noche para ver a sus padres.
Sin duda alguna el caso de esta familia es usual en muchas otras del mundo, que sin darse cuenta, dejan pasar inadvertido uno de los espacios más importantes de comunicación entre padres e hijos olvidando que este es uno de los causantes y generadores de dificultades en las familias.
¿Cómo darse cuenta de lo que les ha pasado a los hijos durante el día?, Si cumplen con sus labores o no, ¿hay alguien que los vigile? Sin duda cuando los hijos como Daniel llegan a sus casas esperan encontrarse seguros, valorados, protegidos, acogidos. Sin embargo, si ellos no tienen esta sensación ni en sus propios hogares ¿Cómo exigirles respeto o buen comportamiento? Los hijos necesitan dedicación bien sea por parte del padre, la madre o ambos para su crecimiento personal.
Estamos ante una cultura de la ley del mínimo esfuerzo, en donde el facilismo se convierte en protagonista y si así se están educando a los niños que esperar de los adultos del futuro; niños educados por la televisión, los videojuegos, haciéndose amigos de la tecnología y enemigos de los valores familiares.
Es complicado mantener un equilibrio entre la vida laboral y la vida en familia pero no es imposible de conseguir, es cuestión de sacar un tiempo para las prioridades en la casa como son los hijos para después dedicarse de lleno al trabajo sin sobrepasar límites de tiempo.
Mientras Daniel almuerza solo en su casa, Juan Carlos es atendido por su madre, quien trabaja como secretaria y tiene hora de entrada y salida en la oficina, pero es muy puntual, está en la casa a la espera de su hijo para acompañarlo a almorzar y dejarlo preparado para hacer las tareas. No es imposible encontrar un punto equilibrado para cumplir con cada una de las labores y más si se trata de sacarle tiempo a educar y mantener hábitos de costumbres en el núcleo del hogar.
No se trata de un plato de comida que alguien coma solo, se trata de mantener viva las costumbres que desde los ancestros hasta hoy pocas familias las mantiene vivas. Comer juntos en la mesa, hacer tareas con los padres, salir en familia, orar antes de salir y muchos otros comportamientos son parte del manual de convivencia de un hogar para fomentar la unión y el crecimiento personal de cada miembro de una familia, pues no hay nada más hermoso que el amor de familia.

JANNIA ALVARADO

1 comentario:

  1. Y dale con el uso vicioso del "solo".
    Una bonita reflexión que no tiene nada de crónica, porque se queda en la mirada panorámica así aparezcan dos casos. Tienes 2,5

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