jueves, 6 de mayo de 2010

El milagro de la vida




Por: María Camila Martínez

Desde pequeño me satisfacía serle útil al prójimo, como tuve ejemplo en mi familia de mi padre que era médico, siempre le hacía preguntas de cómo le fue en la cirugía, qué hizo y para qué lo hizo. Cuando estudié mi secundaria comprendí que la carrera que podía estudiar sería medicina.
Durante mis estudios de medicina siempre me gustó el área quirúrgica y dentro de ésta la Gineco-Obstreticia, pues sentía mucho gozo al recibir nuevas vidas. Cada día me fui enamorando más de mi carrera y la satisfacción más grande, que lo describo como lo más bello que existe, es salvarle la vida a alguien, un buen diagnostico oportuno, una intervención quirúrgica oportuna (cesárea de urgencia) que salva a madre e hijo, ver la sonrisa de la madre cuando recibe a su bebé y la felicidad que irradian los familiares cercanos, todo eso es muy bello.
Cuando hacemos ecografías obstétricas, vemos un embrión y le colocamos el doppler para que la madre escuche los ruidos cardiacos en una criatura tan pequeña y de pocas semanas de evolución, ahí vemos la grandeza de Dios “El milagro de la vida”, eso es infinitamente bello y me da la impresión en ese momento al mirarle la cara a la mamá, que dijera mentalmente “que bondadoso es mi señor”. Es un momento muy mágico para la madre sobre todo si es la primera vez.
Cada día me siento más a gusto de mi profesión aunque no todo es color de rosa, en muchas ocasiones se trabaja bajo presión sobre todo en el área de cirugía, como cuando se está operando una cesárea de urgencia u otro tipo de cirugía ginecológica en donde esté en riesgo la vida de la paciente, pero cuando se hacen bien las cosas siempre queda la satisfacción del deber cumplido.
Recuerdo que en una ocasión estaba en el área de urgencia ginecológica de turno y a las cinco de la mañana llegó una paciente con un dolor intenso en el vientre y salida de líquidos por genitales (ruptura de fuente), ella no sabía cuántos meses tenía de embarazo porque no había asistido a ningún control prenatal.
Cuando la fui a examinar, expulsó un feto que por el tamaño podría creer que tenía unos cinco meses, en esas circunstancias tenía pocas posibilidades de vida, sin embargo protegí al bebé y lo llevé corriendo a la unidad de cuidados intensivos neonatales en donde una pediatra lo recibió, lo reanimó y cuando lo examinó bien me dijo que tenía como siete meses de edad y que lo que presentaba era una desnutrición que traía el bebé dentro del útero; esta situación era entendible porque la madre del bebé estaba desnutrida y era de un estrato socio económico muy bajo, además no se hizo controles prenatales.
Estaba sorprendido que luego de unas horas el bebé estaba respondiendo positivamente y nunca necesitó de intubación. Sólo, fue progresando con incubadora y con los sueros que le aplicaban las enfermeras.
Mirar a este bebé, causaba mucha admiración porque nació con un peso de solo 580g, es decir un peso muy bajo para el tiempo de nacer, duró hospitalizado unos cuarenta días mientras alcanzaba unos 900g, al cabo del cual fue entregado a su madre. Esto fue muy satisfactorio para todo el equipo de trabajo.
Todos los días, atiendo a mujeres de todo tipo de clase que además de buscar ayuda y revisiones para control, buscan confianza y lealtad por parte del médico que las atiende, porque lo dejan todo a nuestras manos. Es así, como mi lugar de trabajo deja de convertirse en el sólo hecho de un escritorio con un computador, al lado de una camilla donde se acuestan muchas mujeres que llevan en su vientre la semilla de una nueva vida, a volverse un lugar lleno de esperanzas y buenos deseos, buscando no sólo ayuda física sino emocional; pues muchas de éstas no han terminado su etapa de niñez cuando ya llevan un niño en sus entrañas, convirtiéndose en un embarazo no deseado para ellas, y es en ese momento donde entra el papel espiritual de nuestra parte, que es darle ánimo para que tomen esa criatura como un bendición para sus vidas más no como un encarte, como muchas lo expresan o llegan a pensar.
Por otro lado, llegan mujeres con las mejores expectativas y ansias por saber si la criatura que llevan en su vientre es una niña o un niño, que se convertirá en el nuevo miembro de la familia y la felicidad de sus hogares.
Cada experiencia enriquece mi vida y me ayuda a entender, cada vez más, en el rostro de cada madre sonriéndole a su bebé que acaba de nacer, que la vida es lo más bello que tiene el ser humano y es por eso que nadie tiene derecho a quitársela a un ser que ni siquiera ha nacido para darle la oportunidad de crecer en nuestro mundo.

1 comentario:

  1. Muy buen manejo el testimio. Buena la decisión de entregarle al personaje la narración en primera persona. Curioso que no veo el nombre del personaje por ninguna parte, y me imagino que es el de la fotografía. Por ese "detallito", no te pongo la mejor nota: tienes 4,3

    ResponderEliminar